22 de marzo de 2011

Lloverme

Hace tres días con sus noches que no para de llover.
En el patio, una soga llena de ropa.  No voy a salir.  Es agua solamente, es mi ropa solamente, lavada por la lluvia...
Saber de vos me ha dejado en un estado completamente inmóvil. Mis ojos fijos en un punto en el techo, mis manos descansando sobre la mesa, mis piernas cruzadas y los pies marcando un ritmo constante, carente de toda musicalidad alegre.
Creo que han pasado ya tres horas de silencio acá adentro; bien podrían ser diez o cien, he perdido total noción del tiempo cronológico. Me he sumido en este cronos ilógico y flotante.
Si solamente fuera capaz de ser como esa nube que estoy viendo, que se deforma y se transforma a cada segundo en constante liviandad... pero no.  Toda entera me he transformado en algo tan rígido, que teme al más mínimo movimiento, como el que hacen mis pulmones al respirar.
Lo que hayamos sido juntos ya no existe, lo que seamos a futuro no me importa. Solamente puedo inmóvil contemplar cómo cambia todo. Y no entender absolutamente nada. No saber a dónde van las promesas y certezas de amores incondicionales, los besos apasionados, los deseos irrefrenables de fundirse en la piel del otro, las miradas que golpean el estómago (que ahora es de otro), a donde van?
Parpadeo. Me he movido. Lentamente extiendo la mano hacia la taza de café. La acerco a mi boca para beber. Está helado. Definitivamente no puedo afirmar con certeza cuánto tiempo real ha pasado.
Saber de vos me ha sumido en esta abulia, en este café helado, en esta casa en silencio muerto.
Hace tres días y sus noches que no para de llover. Y tengo el presentimiento de que nunca va a parar.
Poco me importa, casi no oigo el agua que cae.
Saber de vos me ha sumido en esta sordera, en este entumecimiento, en estos ojos fijos en el techo.
Parpadeo. Me he movido. Señal de que vivo todavía.
Suena el teléfono. Sigue sonando. El timbre que retumba en estas paredes mudas. Voy a esperar. Que suene. Todas las veces que sea necesario.
Saber de vos me ha sumido en esta quietud, en este terremoto interno en un cuerpo muerto.
Voy a esperar.
Parpadeo. Aún sigo viva, lo compruebo nuevamente. Hay ese mínimo movimiento.
Así me voy a quedar.
Hasta que cese la lluvia. Hasta que me desvanezca y nadie sepa qué ha sido de mí, de mi alma, de mis cabellos, de mi rostro, de cada fragmento de mi cuerpo. Que si no los quieres, no los quiera nadie.
No existe el tiempo en los relojes de mi casa ya. No oigo ese tic tac de sus agujas.
Así me voy a quedar.
Hasta que yo sea esta misma lluvia que lloverá durante trescientos días y sus noches.



2007

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